El trabajo debería ser un espacio de desarrollo y bienestar, pero la realidad muestra otra cara: ciertas actividades, entornos y sustancias pueden afectar la salud de forma grave, incluso mortal. Más allá del creciente enfoque en la salud mental, existe un conjunto de enfermedades físicas que los trabajadores pueden desarrollar como consecuencia directa de su labor. Entre ellas, el cáncer se erige como uno de los más letales.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) advierte que cada día mueren 6,300 personas por accidentes o enfermedades vinculadas al trabajo, mientras que la falta de buenas prácticas de seguridad y salud cuesta hasta el 4% del PIB global anual.
La Ley Federal del Trabajo define una enfermedad laboral como aquella originada por la actividad laboral o el entorno en el que se desarrolla, dejando claro que la prevención no es opcional, sino una obligación social y empresarial.
Trabajadores en riesgo: ¿quiénes enfrentan mayor exposición?
De acuerdo con un artículo de El Economista, comprender qué es el cáncer laboral implica reconocer los sectores donde los riesgos son más altos. La exposición a sustancias cancerígenas no es la única amenaza: condiciones laborales deficientes pueden generar hábitos nocivos como mala alimentación, falta de ejercicio y descanso insuficiente, elevando la vulnerabilidad de los trabajadores.
Según el Índice de Relación Laboral de HP, seis de cada 10 empleados reporta que su relación con el trabajo promueve hábitos que dañan la salud. Combinado con la exposición prolongada a químicos y agentes físicos, esto explica por qué más de la mitad de los mexicanos percibe una relación poco saludable con su empleo.
Industrias y sustancias más peligrosas
Ciertas actividades concentran un riesgo significativo de cáncer laboral. Químicos de manufactura, petróleo, plásticos, metales pesados, y laboratorios de investigación enfrentan una exposición constante a agentes tóxicos. La construcción, el sector salud y servicios especializados, así como oficios de contacto con público y sustancias peligrosas, también representan un riesgo elevado.
Estos entornos no solo implican contacto con carcinógenos, sino también situaciones que generan estrés, fatiga y hábitos nocivos. Pintores, mecánicos, carpinteros, radiólogos, camareros, estilistas y deportistas profesionales forman parte de los grupos más vulnerables. La prevención, vigilancia y educación sobre riesgos son fundamentales para protegerlos.
Tipos de cáncer asociados al trabajo
El catálogo de la Ley Federal del Trabajo contempla más de 30 tipos de cáncer de origen laboral. Entre ellos se encuentran leucemia, linfoma, mesotelioma de la pleura, adenocarcinoma pulmonar, cáncer de piel, hígado, riñón, próstata y ovario, entre otros. Cada uno tiene distintos mecanismos de aparición y niveles de agresividad, que pueden determinar incapacidades parciales, permanentes o totales.
Conocer la naturaleza de estos padecimientos permite a las empresas anticipar medidas preventivas y sistemas de monitoreo de salud, garantizando una respuesta rápida ante síntomas iniciales. La vigilancia activa puede marcar la diferencia entre la detección temprana y consecuencias graves para los trabajadores.
Cómo se reconoce legalmente el cáncer laboral
Para que un cáncer sea considerado enfermedad laboral, basta con un dictamen médico si está incluido en la lista del artículo 513 de la LFT. Si no aparece, se requiere una prueba pericial que demuestre la relación entre el trabajo y la enfermedad. Esta clasificación determina la compensación y el tipo de incapacidad que el trabajador pueda recibir.
El nivel de agresividad de cada tipo de cáncer, como el de tiroides frente al de estómago, influye directamente en el cálculo de indemnizaciones y en las estrategias de prevención que las empresas deben implementar. La responsabilidad social corporativa no es solo ética, sino una necesidad legal y humana.
Entender qué es el cáncer laboral va más allá de una definición técnica: es reconocer que el entorno de trabajo puede impactar profundamente la vida de las personas. Para los especialistas en responsabilidad social, esto implica diseñar políticas que protejan la salud física, mental y social de los colaboradores.
Las empresas tienen el reto de crear entornos seguros, promover hábitos saludables y garantizar vigilancia constante. Solo así se puede reducir la incidencia de enfermedades graves como el cáncer, cumpliendo no solo con la ley, sino con un compromiso real con la vida y el bienestar de quienes sostienen la economía.
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