Chihuahua, Chih.— A las 12 en punto sonó la alarma, como en todo el país a través del Sistema Nacional de Alertas, y el eco se expandió por todo el Congreso del Estado. Sesenta brigadistas, chalecos naranjas, azules y amarillos, y radios en mano, comenzaron la tarea de desalojar los 21 pisos del edificio. Era el simulacro nacional por el Día Nacional de Protección Civil, un ensayo pensado para recordar que hubo un momento, hace 40 años cuando fue una realidad, que se repitió 32 años después, con los sismos del 19 de septiembre.
Aplicando con sincera convicción el clásico "no corro, no grito, no empujo", las escaleras se llenaron de pasos tranquilos, murmullos y saludos a la cámara. Aunque no todos esperaron la alerta: minutos antes, algunos legisladores de distintas bancadas habían decidido salir por su cuenta, como si el fuego —aunque ficticio— no entendiera de protocolos. Minutos después, el jefe de Seguridad del Congreso, Luis Jáquez, confirmó “pues no deberían estar afuera, pero pues decidieron salirse".
Mientras, unos platicando, otros sentados en las bancas, otros comprando bolsas de café "bien caras", diputados, en su mayoría del Partido Acción Nacional, decidieron ser testigos y no participantes del acto.
El simulacro terminó en 7 minutos con 10 segundos: 360 personas desalojadas, un registro preciso que para el jefe de Seguridad y el secretario de Administración Otto Rodríguez, representa un triunfo frente a la estadística.
Rodríguez subrayó la novedad del ejercicio: por primera vez, todas las personas recibieron en su celular un mensaje vibrante "esto es un simulacro, una prueba al Sistema Nacional de Alertas del Gobierno Federal", un experimento que añadió aún más expectativa a la escena.
El humo que salió del edificio no era real, pero la lección sí: la seguridad depende no solo de alarmas y brigadas, sino también de la voluntad de quienes deben seguir las reglas, justo como lo harían en un caso real.
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