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Para Gloria Regino Arballo, indígena pai pai/ ku’ahl de apacible sonrisa, ser artesana textil es “un gran orgullo”, pero sobre todo un acto de resistencia y memoria.

“¿Qué le diré? –expresa con timidez–. Lo que yo hago es para que mis hijos y nietos no se olviden de mí, y que para cuando sean grandes también hagan lo mismo que yo. Eso me pasó con mi mamá y a ella con la suya. Lo importante es que esto que hacemos desde hace mucho tiempo no se vaya quedando fuera y pueda perderse.”

Originaria de Santa Catarina, Ensenada, Baja California, esta fuerte mujer de 70 años –cuya apariencia es al menos 10 años menor– se disculpa porque dice que habla poco español. Lo mismo hizo antes, cuando agradeció el galardón conmemorativo Gran Premio Nacional 50 años a la Mujer Indígena, en su lengua materna. “No sé hablar bien español. Doy las gracias, no esperaba esto. Me siento muy nerviosa, porque nunca me había pasado esto”.

El reconocimiento fue entregado por única ocasión en la ceremonia del 50 aniversario del concurso Gran Premio Nacional de Arte Popular 2025, efectuada el jueves en el Museo Nacional de Antropología, donde se distinguió a 124 artesanos ganadores en categorías como alfarería, tejido, bordado, orfebrería y juguete, por citar algunas, de diversos rincones del país.

De ellos, destaca el Galardón Presidencial a María Serafina Rico José, mujer rarámuri de Baquiriachi, Carichi, Chihuahua, quien se hizo acreedora al máximo premio de la competencia por un guare, contenedor con tapa de palma tejida.

Por hablar poco español y visiblemente apenada, ella no tomó la palabra, y mediante un representante de su municipio se dijo muy contenta y agradecida por este premio que “servirá mucho” a toda su familia.

El jurado del certamen –organizado por el Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (Fonart), con apoyo de Patrimonio y Fomento Cultural Banamex, así como los institutos nacionales de los Pueblos Indígenas (Inpi) y de Bellas Artes y Literatura (Inbal)– reconoció a Gloria Regino Arballo por un vestido de novia pai pai.

La singular prenda ancestral, según contó su hacedora, está tejida con corteza de sauce, pino, palma y fibra de agave, además de contar con accesorios de vello de bellotas y una olla matrimonial de barro en la que los novios, el día de las nupcias, beben “aguamiel o agua de manzanilla del monte”, a fin de sellar para siempre su enlace.

Doña Gloria cuenta que ese tipo de vestidos es usado ahora por las novias, pero que su mamá –de quien aprendió el oficio artesanal, como antes ésta lo hizo de la suya– le contó que las mujeres de hace mucho tiempo lo usaban para taparse, por lo que le insistía en preservar ese saber para honrar a sus antepasados.

La elaboración de esta prenda requirió poco más de un año de arduo trabajo. Seis meses en los que se deja remojando la corteza en agua para que se despegue y otros tantos que se dedican a la hechura de las fibras y a su tejido. A ello se suma la dificultad que implica obtener el agave, al tener que recorrer “muy largas” distancias por él.

Doña Gloria es artesana desde que tiene memoria. Además del tejido en fibras, también trabaja el barro, para la creación de objetos utilitarios, como ollas, platos y jarras. Es una actividad de la que se asume “bien orgullosa”, y más ahora que ha ganado un premio tan importante.

“Yo hago estos vestidos, huaraches y morralitos de agave, ollas grandes y chicas. Es algo que se usa en la comunidad y que nos ha permitido vivir. Antes, mi familia no tenía nada y a nosotros nos criaron en una casa de ramas; mi mamá hacía ollitas y platitos de barro, y de ahí nos daba de comer. Esto que hago es algo que sirve mucho en mi comunidad”.

–¿Qué sintió cuando le avisaron que ganó el premio?

–Pues no lo creía, me puse a brincar de emoción, parecía conejo espantado –responde sonriente y aclara que, con el dinero del galardón, “como no tengo nada bueno en casa, voy a comprar lo que hace falta”.


Faro que ilumina la riqueza cultural


En la ceremonia –efectuada en el contexto del Año de la Mujer Indígena y en un auditorio Jaime Torres Bodet casi lleno por los galardonados y sus familiares–, la directora del Fonart, Sonya Santos Garza, destacó la relevancia del Gran Premio Nacional de Arte Popular, que este 2025 llegó a su 50 edición.

“Es mucho más que un concurso: es un faro que ilumina la inmensa riqueza cultural que habita en cada rincón de nuestro país”, afirmó. “Es un tributo a la identidad que nos une y a lo que nos enorgullece (…) No sólo reconoce la excelencia estética; busca, por encima de todo, fortalecer el orgullo por lo que somos”.

Tras apuntar que, cada vez que se elige una pieza de arte popular, se apoya a una familia, a una comunidad y a la preservación de un legado inigualable, la funcionaria reconoció también la dimensión social y cultural de los artesanos.

“Son mucho más que creadores: son el corazón que bombea la sangre de su excelencia cultural. En un mundo que a veces parece moverse demasiado rápido, ustedes nos enseñan el valor de la pausa, de la dedicación y del amor por el detalle. Nos recuerdan que lo más valioso no siempre es lo que se produce en serie, sino lo que lleva la huella imborrable de unas manos que sienten y un espíritu que sueña.”

Tras la intervención de Natalia Pollak, directora de Patrimonio y Fomento Cultural Banamex, se hizo la entrega de diplomas a los 124 ganadores de las categorías del concurso, que este año contó con más de 900 participantes. Las obras premiadas serán exhibidas a partir del 5 de noviembre en el Museo Nacional de Culturas Populares.

LA JORNADA

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