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Ciudad de México. El acceso a las tierras raras –17 elementos que son clave para las tecnologías verdes e inteligencia artificial– se han vuelto el principal amortiguador de la guerra arancelaria desatada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, contra China. Antes de la reunión de este jueves entre el mandatario estadunidense y su par chino, Xi Jinping, se aró un acuerdo entre ambas naciones para postergar el goteo de esos minerales hacia territorio norteamericano.


En ese escenario México se estaría posicionando como un “centro emergente clave para el abastecimiento de minerales críticos y su producción avanzada”, según un estudio de mercado. La firma IMARC Group apunta que el mercado de las tierras raras en el país crezca 16.36 por ciento anual a lo largo de una década, para pasar de un valor de 149.28 millones de dólares el año pasado a 535.71 millones en 2033. Cifras que no abarcan la producción real, sino que ensayan con el potencial económico agregado que implicaría a su vez la demanda industrial y las expectativas de crecimiento asociadas a la transición energética.


De ahí que esas estimaciones de mercado aún están lejos de lo destacado por el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), que en un recuento anual sobre la situación de las tierras raras, reportó que el año pasado su producción doméstica alcanzó 45 mil toneladas en concentrados minerales, con un valor de 260 millones de dólares, que se usaron principalmente para catalizadores.


Las tierras raras, ni son tierras ni son raras, expone una nota de BBVA, “en realidad son óxidos y abundantes en la corteza terrestre, son considerados recursos estratégicos para la transición energética y el desarrollo de tecnologías avanzadas”, explica. El raro sólo les vino como un mote por la dificultad de aislar sus componentes.


Este grupo se forma por 17 elementos químicos metálicos, entre ellos todos los lantánidos (lantano, cerio, praseodimio, neodimio, prometio, samario, europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio y lutecio), junto al escandio y el itrio, elementos cuya importancia se ha ido acelerando dado su uso en cosas tan cotidianas como teléfonos hasta en baterías e imanes para insumos de la transición energética.


Al poner en perspectiva, la industria estadunidense representó apenas 11.5 por ciento de las 390 mil toneladas de tierras raras que se explotaron el año pasado. México no figura en este listado ni en reservas ni en procesamiento. No es el caso de China que concentró 69 por ciento de la producción mundial al explotar y procesar 270 mil toneladas métricas de esos metales durante el año pasado, de acuerdo con los mismos datos del USGS.


Según esta misma agencia, el valor estimado de los compuestos y metales de tierras raras importados a ese país alcanzó los 170 millones de dólares en 2024, sobre todo en forma de imanes para productos terminados. El brete para Estados Unidos se cuenta en su dependencia de Asia.


Aproximadamente, de 2020 a 2023, según el informe del USGS publicado a inicios de este año, las principales fuentes de importación de tierras raras a Estados Unidos fueron China, con una cuota de 9 por ciento; Malasia, 13 por ciento; Japón, 6 por ciento y Estonia, 5 por ciento.


No obstante, la misma agencia reconoce que los compuestos y metales importados de Estonia, Japón y Malasia “derivaron de concentrados minerales e intermedios químicos producidos en Australia, China y otros países”.


Más allá de la producción, también en reservas de estos minerales Estados Unidos queda fuera de todo podio. De las más de 90 millones de toneladas de tierras raras que se estima hay detectadas en el mundo, cerca de la mitad, 44 millones, están en China, 21 millones en Brasil, 6.9 millones están en India, 5.7 millones en Australia, 3.8 millones en Rusia y otros 3.5 millones en Vietnam, país con el que Donald Trump selló un acuerdo comercial esta semana.


Mientras en Estados Unidos se estiman apenas un millón 900 toneladas de reservas, equivalentes a 2.1 por ciento de las reservas mundiales.

LA JORNADA

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