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Tras la destitución del primer ministro François Bayrou, el rumbo político de Francia sigue siendo incierto. La ultraderecha de Reagrupamiento Nacional insiste en elecciones anticipadas, mientras que el presidente Emmanuel Macron evalúa la posibilidad de instalar un nuevo gobierno en minoría. Esa es hoy la dimensión política de una crisis que combina parálisis institucional con un fuerte trasfondo económico.


La dimensión económica es aún más cruda: se trata de dinero y del gigantesco endeudamiento del país. Ningún Estado de la Unión Europea debe tanto en términos absolutos como Francia. La deuda pública ya supera los 3,35 billones de euros, lo que equivale a alrededor del 114 por ciento del PIB. Y la tendencia es ascendente: cálculos de expertos proyectan que hacia 2030 podría trepar hasta el 125 por ciento.


Deuda récord

Francia solo es superada en nivel de endeudamiento por Grecia e Italia. Con un déficit presupuestario de entre 5,4 por ciento y el 5,8 por ciento del PIB, París lidera además ese ranking entre los países de la UE.


Para ajustarse al límite europeo del 3 por ciento harían falta recortes drásticos que resultan políticamente imposibles. Los mercados ya castigan: la brecha entre los bonos franceses y los alemanes, considerados los más seguros, alcanzó niveles no vistos en 16 años. Mientras Alemania paga 2,7 por ciento de interés por su deuda a diez años, Francia debe ofrecer alrededor de 3,5 por ciento.


¿Debemos preocuparnos por el euro si las finanzas de la segunda economía de la UE se descontrolan? "Sí, hay que preocuparse. La eurozona no es estable en este punto", advierte a DW el economista Friedrich Heinemann, del centro ZEW de Mannheim. Aunque descarta una crisis de deuda inmediata, alerta que un país del tamaño de Francia, con años de endeudamiento creciente y ahora un escenario de inestabilidad política, podría arrastrar serias consecuencias.


Tensiones en los mercados y en las calles

El problema no es solo francés: Alemania, Japón y Estados Unidos también emitirán miles de millones en deuda este otoño, lo que presiona aún más a los mercados. Según Heinemann, la calma relativa se debe a la expectativa de que el Banco Central Europeo intervenga comprando bonos franceses. "Pero esa esperanza puede ser engañosa. El BCE corre el riesgo de perder credibilidad", advierte.


En paralelo, la calle se prepara para otro capítulo de protesta social. Los sindicatos ya convocaron a una huelga general el 10 de septiembre, dos días después de la votación parlamentaria. El recuerdo de los "chalecos amarillos" que paralizaron al país en 2018 vuelve a la memoria.

Agencias

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