La salud de los bosques mundiales se encuentra en estado crítico, pues un nuevo informe internacional advierte que la degradación forestal ha alcanzado niveles “desalentadores” y amenaza directamente el bienestar humano. Los bosques enfermos reflejan no solo la pérdida de biodiversidad, sino también el deterioro de un sistema económico que sigue priorizando las ganancias por encima de la preservación ambiental.
Desde 2021, los líderes mundiales prometieron frenar la deforestación, pero el compromiso se ha debilitado frente a la presión de industrias extractivas y subsidios agrícolas. Solo en el último año, se destruyeron 8,1 millones de hectáreas de bosque, una superficie equivalente a la mitad de Inglaterra. La Evaluación de la Declaración Forestal 2024 señala que el mundo se encuentra un 63 % lejos de alcanzar su meta de deforestación cero para 2030, un dato que refleja la urgencia de tomar medidas estructurales.
Un planeta con bosques enfermos: señales de un colapso ambiental
El informe identifica un panorama alarmante: los bosques enfermos se están expandiendo a consecuencia de incendios, tala indiscriminada y sequías extremas. Estos ecosistemas degradados pierden su capacidad para absorber carbono y regular el clima. Erin Matson, autora principal de Climate Focus, advierte:
“Los bosques son una infraestructura indispensable para un planeta habitable; si no los protegemos, ponemos en riesgo nuestra prosperidad colectiva”.
La principal causa detrás de esta crisis radica en la falta de coherencia entre los compromisos políticos y las acciones reales. Los países y corporaciones continúan financiando proyectos de expansión agrícola y ganadera que impulsan la deforestación. Tan solo el sector agrícola es responsable del 85 % de la pérdida forestal global durante la última década.
Los subsidios a estas actividades, por un valor promedio de 409 mil millones de dólares anuales, eclipsan los escasos 5.900 millones de dólares que se destinan a la conservación y restauración. Esta desproporción financiera refleja la profunda raíz del problema: los incentivos económicos aún premian la destrucción.
Franziska Haupt, socia de Climate Focus, enfatiza que los esfuerzos actuales “no tendrán posibilidad de éxito mientras el sistema económico recompense las ganancias rápidas derivadas de la destrucción forestal”. La salud del planeta depende de revertir esta lógica.
Financiar la destrucción: el papel del sistema financiero global
Los bosques enfermos no son solo resultado de la deforestación directa, sino también de decisiones financieras que privilegian la rentabilidad a corto plazo. Según Global Witness, los bancos han generado 26 mil millones de dólares financiando a empresas deforestadoras desde la firma del Acuerdo de París en 2015, lo que equivale a 7 millones de dólares diarios.
Vanguard, JPMorgan Chase y BlackRock lideran la lista de bancos estadounidenses con 5.400 millones de dólares en ganancias vinculadas a proyectos que promueven la deforestación. En Europa, BNP Paribas y Rabobank acumulan otros 3.500 millones, mientras que las instituciones británicas y chinas suman más de 2.400 millones.
Alexandria Reid, directora de bosques de Global Witness, denuncia que “estamos presenciando cómo los grandes bancos financian una venta forzada de las selvas tropicales del mundo, obteniendo ganancias de las cenizas”. Este modelo financiero perpetúa la degradación y obstaculiza los compromisos ambientales internacionales.
Los expertos coinciden en que mientras la tala de bosques sea más rentable que su protección, el objetivo de detener la deforestación para 2030 seguirá siendo inalcanzable. La transición hacia finanzas sostenibles es urgente.
Incendios y sequías: la fiebre que consume los pulmones del planeta
Uno de los síntomas más visibles de los bosques enfermos son los incendios forestales, cada vez más frecuentes y devastadores. En la Amazonía, las sequías récord convirtieron vastas extensiones de selva en un polvorín. El dióxido de carbono emitido por los incendios amazónicos en 2023 fue siete veces superior al promedio de los dos años anteriores, superando incluso las emisiones totales de Alemania.
Los expertos advierten que la selva amazónica se acerca a un punto de no retorno, donde perdería su capacidad de regeneración. Este fenómeno comprometería el equilibrio climático global y afectaría los ciclos de lluvia en todo el continente americano.
El aumento de incendios deliberados para expandir tierras agrícolas agrava la situación. Cada hectárea arrasada representa una pérdida de hábitat, biodiversidad y capacidad de almacenamiento de carbono. La combinación de sequías y prácticas ilegales convierte a los bosques tropicales en fuentes de emisiones, en lugar de sumideros.
Ante esta crisis, los científicos piden fortalecer las políticas de monitoreo, sancionar la deforestación ilegal y destinar recursos a restauración ecológica. Los bosques enfermos son una señal de alarma que no puede seguir ignorándose.
COP30: una oportunidad para sanar los bosques enfermos
La próxima COP30, que se celebrará en Belém, Brasil, representa una oportunidad histórica para cambiar el rumbo. El país anfitrión propondrá el Fondo Bosques Tropicales para Siempre (TFFF), un mecanismo financiero que busca recaudar 125 mil millones de dólares para los países que protejan sus ecosistemas.
Erin Matson considera que “nuevas iniciativas financieras como el TFFF ofrecen una vía hacia un cambio transformador”. Este fondo pretende que cuatro quintos de los recursos provengan del sector financiero privado, lo que podría redefinir su papel de villano a aliado.
Elisabeth Hoch, de Climate & Company, advierte que solo el 40 % de las instituciones financieras cuentan con políticas de deforestación, pese a que el valor económico de los bosques se estima en 150 billones de dólares anuales. Urge una transición que vincule las finanzas con la conservación.
Si la COP30 cumple sus metas, los bosques enfermos podrían iniciar un proceso de recuperación. El desafío es monumental, pero la voluntad política y económica puede marcar la diferencia.
Curar los bosques para proteger la vida
El informe deja claro que los bosques enfermos no son un problema aislado: son el reflejo de un modelo económico que mina los cimientos de la vida. Cada hectárea perdida significa más emisiones, menos agua y menor resiliencia climática. El futuro dependerá de la capacidad colectiva para reequilibrar el poder financiero y redirigirlo hacia la conservación.
Sanar los bosques no es solo una cuestión ambiental, sino también de justicia social y responsabilidad corporativa. Si la comunidad internacional logra alinear sus compromisos con acciones concretas, aún será posible escribir una historia diferente: una en la que los bosques vuelvan a respirar y con ellos, toda la humanidad.
Expoknews
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