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En el año 2009, el físico y bioquímico nacido en la India pero nacionalizado estadounidense Venkatraman Ramakrishnan ganó, junto con sus colegas Thomas A. Steitz y Ada Yonath, el Premio Nobel de Química por realizar el mapeo detallado de la estructura y función del ribosoma, que es el encargado de leer la información del ARN para sintetizar proteínas. Este registro detallado de funciones ha permitido el desarrollo masivo de nuevos fármacos para el combate de la proliferación bacteriana.

Este trabajo derivó para Ramakrishnan en la incursión sobre aquello denominado “la ciencia del envejecimiento”, particularmente sobre la regulación de las proteínas en las células y cómo esta función puede favorecer o ralentizar el proceso que desemboca en la vejez.

De esta línea de investigación derivó el libro Por qué nos morimos. La nueva ciencia del envejecimiento y la búsqueda de la inmortalidad (Grano de Sal, 2025), que Ramakrishnan, mejor conocido como Venki, presentó este fin de semana de la edición 39ª de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y el cual ha despertado opiniones encontradas sobre la prolongación de la vida y los paradigmas sociales, éticos y de salud que nacen de él.

Antes de la presentación de su libro ante el público de la FIL Guadalajara este domingo, Venki ofreció una conferencia de prensa junto con el editor Tomás Granados Salinas, en la que comentó:

“Es cierto que los humanos siempre han querido vencer el envejecimiento y la muerte. Quizás seamos la única especie que conoce la mortalidad, el envejecimiento y la longevidad (…) pero no está claro si sería una buena idea que todos vivamos mucho tiempo y no naciera mucha gente nueva, con una sociedad compuesta por las mismas personas, existiendo durante mucho tiempo. No estoy seguro de que eso sea necesariamente bueno, es una contradicción entre los individuos y para la sociedad”.

Son muchos los dilemas involucrados en el sueño de encontrar, perseguir e incluso idealizar un sistema médico que permita prolongar la vida.

En primera instancia, apuntó Ramakrishnan, lo que en todo caso se trabaja desde la ciencia no es la prolongación de la vida en sí, sino el combate más efectivo de los posibles riesgos sanitarios, es decir, la mejora de las condiciones de salud de la población y, con ellas, como una favorable consecuencia, el freno sobre los procesos de oxidación y la prolongación de la esperanza de vida.

Por otro lado, confirmó que es cierto que la proyección de crecimiento de la población adulta mayor será un dilema en las siguientes décadas ante el decaimiento general de la natalidad en el muNdo

“Los gobiernos están preocupados. No quieren que esta población envejecida se convierta en una carga económica para la sociedad. Por lo tanto, en la mayor parte del mundo quieren asegurarse de que las personas mayores vivan sanas para que no sean una carga, porque pueden ser independientes, incluso pueden trabajar y mantenerse sanos el mayor tiempo posible. Ese es el objetivo de gran parte de la investigación sobre el envejecimiento: cómo mantener la salud en la vejez. Pero las otras consecuencias son problemas para toda la sociedad. Los científicos somos sólo una pequeña fracción de la sociedad”.

Todo lo anterior, sin considerar además factores como el posible brote de enfermedades desconocidas derivadas de la prolongación de la vida, tanto enfermedades bacteriológicas o virales como psicológicas, así como el desbalance en la prolongación de la vida según la predisposición genética de cada género biológico o, lo que es más evidente, el inminente deterioro cognitivo en los individuos, dado que la prolongación de la salud en general no garantiza la permanencia de la lucidez mental. De todo esto también se habló y se detona en el libro presentado.

EL ECONOMISTA

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