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Los embates fronterizos, las redadas y deportaciones de inmigrantes de Estados Unidos han impactado al mundo en lo que va del 2025, y eso preocupa a los aficionados de la Copa Mundial de Fútbol 2026.


Estados Unidos, junto a México y Canadá, serán los anfitriones de uno de los eventos deportivos más concurridos del planeta. Tras los elevados precios récord de la primera fase de venta de entradas, surge la duda: ¿realmente podrán disfrutar los aficionados del Mundial 2026?


Obstáculos migratorios

Desde el regreso de Donald Trump a la presidencia, entrar a EE. UU. se ha vuelto una pesadilla para muchos. Rechazos arbitrarios y detenciones en la frontera y en aeropuertos marcaron los primeros meses del año.


A diferencia de los dos mundiales anteriores, EE. UU. no ha implementado un sistema de visado temporal para los aficionados del fútbol. Además, el calendario definitivo no se conocerá hasta el sorteo del 5 de diciembre, lo que complica aún más la planificación.


Para algunos, asistir al torneo será legalmente imposible. Trump anunció una lista de países cuyos ciudadanos tienen prohibido viajar a EE. UU., con excepciones para jugadores y personal técnico.


Hasta ahora, Irán es el único país de esa lista que ha clasificado. Sin embargo, medios brasileños especulan que sus aficionados también podrían ser vetados, debido a recientes sanciones impuestas por EE. UU. tras el juicio contra Jair Bolsonaro. Brasil siempre clasifica, por lo que un Mundial sin hinchas brasileños sería impensable.

Redadas y deportaciones

Entrar es difícil, pero quedarse también. El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas estadounidense (ICE) ha realizado redadas masivas en ciudades como Los Ángeles y Chicago, ambas servirán como sedes del torneo.


Durante el Mundial de Clubes de este verano, el ICE publicó en X que sus agentes estaban "listos para brindar seguridad", recomendando a los asistentes portar pruebas de su estatus legal.


Aunque el post fue eliminado y no hubo incidentes graves, el temor fue suficiente para desalentar el viaje de muchos aficionados. Si esto continúa en 2026, podría afectar seriamente la asistencia.


Costos económicos y ambientales

A los problemas legales se suman los financieros. Las entradas más caras para la final superan los 6.300 dólares (5.400 euros), casi cuatro veces más que en Qatar 2022. Incluso los boletos para la fase de grupos, que por lo general son más económicos, cuestan tres veces más que en la edición anterior.


Los esquemas de precios variables y la reventa sin límites hacen que conseguir una entrada pueda costar cientos o miles de dólares. A esto se suman los gastos de viaje y alojamiento, que hacen que el torneo sea inaccesible para muchos.

El impacto ambiental también ha sido objeto de crítica. A diferencia de Qatar, donde todo se concentró en una sola ciudad, en 2026 los partidos se jugarán en tres países. Esto obliga a equipos y aficionados a depender del transporte aéreo, el más contaminante. Por ejemplo, EE. UU. jugará en Los Ángeles, luego en Seattle, y después volverá a Los Ángeles: casi 3.200 km de vuelos.


El aumento del tráfico vehicular también contribuirá a que este sea el Mundial más contaminante de la historia. Además, muchas sedes, como el AT&T Stadium en Dallas, no cuentan con acceso por transporte público.


FIFA mantiene el optimismo

El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, aseguró que los problemas migratorios no serán un obstáculo: "El Gobierno de EE. UU. está comprometido a facilitar el proceso para que los aficionados sean bienvenidos". Sin embargo, no explicó cómo se logrará esto.


Por su parte, el director de medios de la FIFA defendió los precios, afirmando que el modelo busca equilibrar el acceso con la inversión global en el fútbol.


Mientras tanto, 90 organizaciones de derechos humanos firmaron una carta abierta pidiendo a la FIFA que aborde los abusos en EE. UU. Hasta ahora, no ha habido respuesta oficial.

(os/rml)

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