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El uso de materiales supuestamente “verdes” ha crecido exponencialmente en los últimos años, impulsado por una demanda creciente de consumidores interesados en reducir su impacto ambiental. Entre ellos, los plásticos etiquetados como “biodegradables” se han posicionado como una alternativa que promete resolver el problema de la contaminación, generando la percepción de ser una solución rápida y eficaz. Sin embargo, esta narrativa ha contribuido también a la proliferación de desinformación, creando una serie de mitos del plástico “biodegradable” que es importante identificar y analizar críticamente.

Las marcas, empujadas por la presión comercial, han inundado el mercado con productos que prometen desaparecer en poco tiempo, aunque en realidad muchos de ellos requieren condiciones específicas que rara vez se cumplen en el entorno cotidiano. Esta falta de claridad no solo confunde a los consumidores, sino que perpetúa un sistema de consumo basado en la falsa idea de que podemos seguir desechando sin consecuencias. En este contexto, comprender los mitos del plástico “biodegradable” resulta clave para mejorar nuestras decisiones, exigir transparencia y promover alternativas verdaderamente sostenibles.


Ocho mitos del plástico “biodegradable” y su realidad

1. Mito: “El plástico biodegradable desaparece solo”

La idea de que cualquier plástico con etiqueta “biodegradable” se desintegra por sí solo en poco tiempo es uno de los mitos del plástico “biodegradable” más recurrentes. Muchos consumidores creen que, al desechar un producto compuesto por este material, este simplemente se descompondrá sin generar residuos ni contaminación, sin importar el lugar donde termine.

Realidad: La biodegradación depende de condiciones ambientales específicas, como oxígeno, humedad, microorganismos y temperatura controlada. Gran parte de estos plásticos solo se descomponen en instalaciones industriales, no en el mar, en la tierra o en tiraderos a cielo abierto. Si no se cumplen estas condiciones, pueden tardar años o incluso décadas en degradarse, contaminando igual que un plástico convencional.


2. Mito: “Todos los plásticos biodegradables son iguales”

Existe la percepción generalizada de que cualquier producto etiquetado como biodegradable comparte las mismas características y se degrada de la misma manera. Este es otro de los mitos del plástico “biodegradable”, pues asume una homogeneidad que no existe en la práctica.

Realidad: No todos los plásticos biodegradables están hechos de los mismos materiales ni cumplen los mismos estándares. Algunos provienen de fuentes fósiles, otros de biomasa, y cada uno requiere diferentes condiciones para descomponerse. Además, muchos plásticos “allegedly biodegradables” solo cumplen parcialmente los requisitos normativos, generando fragmentos microplásticos durante su proceso de degradación.


3. Mito: “El plástico biodegradable es compostable”

Muchas personas creen que biodegradable y compostable son sinónimos, lo que contribuye al uso incorrecto y a una mala gestión de residuos.

Realidad: El plástico compostable debe cumplir estándares específicos para degradarse en un periodo determinado en instalaciones de compostaje industrial. Por el contrario, lo que se denomina biodegradable puede no ser compostable y, de hecho, podría no desintegrarse completamente, dejando residuos nocivos. Este malentendido perpetúa varios mitos del plástico “biodegradable” que justifican una falsa sensación de sostenibilidad.


4. Mito: “El plástico biodegradable se puede tirar en cualquier contenedor”

Existe la idea de que, al ser biodegradable, este tipo de plástico puede desecharse como orgánico o mezclado con residuos comunes.

Realidad: La mayoría de los plásticos biodegradables deben desecharse en flujos específicos, ya que pueden contaminar el reciclaje o no descomponerse correctamente en sistemas de manejo de residuos convencionales. Tirarlos en el contenedor equivocado puede generar impactos ambientales más altos que el plástico tradicional.


5. Mito: “Los plásticos biodegradables no contaminan”

Algunos creen que estos materiales son completamente inocuos y que, incluso si llegan a la naturaleza, no generarán daños.

Realidad: En ecosistemas como mares, suelos o ríos, estos plásticos pueden comportarse igual que los convencionales, tardar años en descomponerse y fragmentarse en microplásticos. Además, su degradación incompleta puede liberar aditivos y sustancias químicas que afectan la biodiversidad. Este es uno de los mitos del plástico “biodegradable” más peligrosos porque impulsa hábitos de consumo y desecho irresponsables.


6. Mito: “El plástico biodegradable es siempre mejor que el convencional”

En la narrativa pública se ha construido la idea de que cualquier alternativa etiquetada como “biodegradable” es automáticamente mejor.

Realidad: Si no existe infraestructura industrial para procesarlos adecuadamente, su impacto ambiental puede ser igual o peor al del plástico tradicional. La sostenibilidad no depende solo del material, sino de la gestión de residuos, el ciclo de vida y la reducción del consumo general de plásticos.


7. Mito: “Los productos biodegradables solucionarán el problema global del plástico”

La industria ha promovido esta idea para posicionar estos productos como una solución mágica.

Realidad: La crisis del plástico no se resolverá solo con nuevos materiales, sino con reducción, rediseño, reutilización y sistemas de economía circular. Apostar únicamente por plásticos biodegradables perpetúa varios mitos del plástico “biodegradable” que diluyen la urgencia de cambiar los modelos de producción.


8. Mito: “El plástico biodegradable se degrada en el mar”

Un mito muy extendido es que el océano, por su agua y microorganismos, facilita la descomposición.

Realidad: La mayoría de estos materiales NO se biodegradan en el entorno marino. Al contrario, pueden flotar, fragmentarse, afectar fauna marina y tardar décadas en degradarse. Los océanos son uno de los peores destinos para cualquier material biodegradable sin certificación marina específica, la cual es extremadamente poco común.


Falta de información confiable

La conversación sobre plásticos biodegradables está creciendo, pero aún existe un enorme vacío de información confiable. Muchas legislaciones nacionales no tienen definiciones claras, lo que permite que el mercado utilice términos ambiguos sin supervisión estricta. Esta falta de regulación favorece la confusión y abre la puerta a estrategias de greenwashing, especialmente en productos de un solo uso.

Además, la infraestructura necesaria para procesarlos adecuadamente es limitada, incluso en países industrializados. La mayor parte de los residuos sigue llegando a rellenos sanitarios o entornos donde no se cumple el proceso de biodegradación. En consecuencia, la solución real pasa por rediseñar sistemas de empaques, reducir el consumo y fortalecer los modelos de reutilización, más que buscar materiales “milagrosos”.


Mirar más allá de la etiqueta

La popularidad de estos materiales ha sido alimentada por una serie de mitos del plástico “biodegradable” que generan expectativas poco realistas. Para tomar decisiones verdaderamente responsables, es indispensable entender cómo funcionan, qué limitaciones tienen y bajo qué condiciones pueden cumplir su promesa ambiental. Solo así podremos evitar caer en soluciones que parecen sostenibles, pero que en la práctica perpetúan los mismos problemas.

Al mirar más allá del marketing y exigir información técnica verificable, los consumidores pueden impulsar una transformación real en el sector. La sostenibilidad no depende de etiquetas verdes, sino de decisiones informadas, políticas robustas y sistemas de gestión de residuos mejor diseñados. Reconocer y desmentir los mitos del plástico “biodegradable” es un paso esencial para construir un futuro con menos plástico, más transparencia y un consumo verdaderamente responsable.

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