Ciudad de México. La música puede ser un refugio, una trinchera o un abrazo. Cuando los tambores de la guerra ahogan las palabras, hay artistas que deciden responder con sonidos.
Este lunes 3 de noviembre, en la Capilla Gótica del Instituto Cultural Helénico, músicos de Irán, Senegal y México se reunirán para ofrecer, más que un concierto, una plegaria sonora por la paz.
La percusionista iraní Sara Ahmadi sostiene el daf, un tambor de marco tradicional persa, con la misma delicadeza con la que se toma una promesa.
“Tiene más de dos mil quinientos años”, señaló. “En Irán se toca para conectar con lo divino. Cada golpe recuerda que seguimos vivos, que no todo está perdido. Cuando toco junto a músicos de África y América, siento que las fronteras desaparecen. Los ritmos dialogan entre sí y se convierten en un lenguaje universal de paz y libertad”.
Renata Wimer, originaria de México, interviene con su esraj, violonchelo y tar iraní. “Era imposible permanecer callados frente al genocidio y la indiferencia”, indicó.
“Este proyecto nació para transformar el dolor en melodías y reflexionar sobre nuestra corresponsabilidad en la construcción de paz. No es un discurso, es una práctica diaria; cada nota busca reconciliar con uno mismo, con los otros y con la tierra.”
El ensamble une voces e instrumentos de culturas que rara vez coinciden en un mismo escenario. Suenan el tanbur, el tar, el esraj, la kora, las flautas bansuri, el ney, el duduk y el ney-anban, junto al violín, el violonchelo, la viola y el contrabajo.
Los instrumentos llevan consigo la memoria de su pueblo; al dialogar entre sí, crean un paisaje sonoro nuevo, sin fronteras ni banderas. “Los músicos aportan universos propios”, añadió Wimer.
“La identidad de los instrumentos narra un relato, un eco de su cultura, y juntos buscan armonía y conciencia.”
La voz de Gitanjali Jain recorre el espacio como un río que arrastra emociones, mientras Babou Diebaté hace hablar a su kora con historias de esperanza africana.
Santiago Ruiz, Rodrigo Valenzuela y Diego Isaías traman un hilo que une los continentes, y las improvisaciones, en solo o en ensamble, funcionan como un puente entre almas y memorias culturales.
Ahmadi subrayó la dimensión espiritual de la música: “No es sólo entretenimiento; tiene la función de curar, purificar energías, crear armonía y abrir el corazón. Es política, sí, pero desde la conciencia y el respeto, elevando la voz para no permanecer indiferentes ante el sufrimiento”.
El concierto por la paz se realizará este 3 de noviembre a las 20 horas en la Capilla Gótica del Instituto Cultural Helénico (Avenida Revolución 1500, Col. Guadalupe Inn, alcaldía Álvaro Obregón). Los boletos cuestan 500 pesos.
La Jornada

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