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Por Jorge Durand/La Jornada.- Frase de consuelo o de resistencia, de esperanza sumisa o resiliencia. En 10 meses de tormenta y vendaval, los árboles y los hombres resisten, no se quiebran, pero la están pasando mal. Trump no es eterno, dicen unos migrantes, esperanzados de que el tiempo avance rápido y se vuelva a la normalidad. 

Ciertamente, es un hombre mortal, como todos, pero que ya la Parca lo acecha, el mal de ojo aguarda, el vudú de los haitianos comegatos (según Trump) espera pacientemente hacer su trabajo, pero hasta el momento no le entran balas. 

Este segundo mandato ha sido totalmente impredecible y apuesta a lo grande. Se deleitó poniendo en jaque a Panamá, a Groenlandia y Canadá, a la que pretendía convertir en un estado más. 

Canadá, aliado natural e histórico de Estados Unidos, ha tenido que despertar del letargo y reaccionar ante tales pretensiones atrabiliarias. Y si de anexiones y expansionismo se trata, ya podía haber dicho algo sobre Puerto Rico, “Estado libre asociado”, al que obviamente no quiere anexionar, por la simple razón de que es mejor tenerlo sometido y como colonia. 

Hay asuntos que le molestan a Trump y debe haber rumiado en sus noches de insomnio, que el Golfo de México se llamara así y había que cambiarle el nombre a Golfo de América. Otra de sus molestias y cavilaciones fue con los popotes, propuesta de los ecologistas que le habían ganado la partida al plástico, y por eso firmó una orden ejecutiva, para revertir la ley. Igualmente por las regaderas, que racionaban el consumo de agua; para eso también firmó otra orden, su pelo requería de un buen lavado y de mucha agua. 

Son ganancias pírricas, que van de la mano de otras de gran calado y contravienen la Constitución, como la orden ejecutiva, que todavía está frenada en las cortes, de suprimir el derecho de suelo o de nacimiento (jus soli). Lo tiene atragantado que unos humildes migrantes tengan hijos, que son automáticamente ciudadanos, por el solo hecho de nacer en esa tierra. Se trata de una enmienda a la Constitución que tiene que ver, precisamente, con los esclavos y sus hijos, que no eran ciudadanos. Eso ya no se puede revertir, pero suprimir el derecho de suelo para los hijos de indocumentados es posible, pero tiene un evidente regusto racista, que todavía no ha podido degustar por completo. 

Los republicanos han propalado el bulo de que los migrantes utilizan los hospitales y que por eso hay problemas en los servicios de salud. Es verdad que en caso de enfermedad o accidente pueden ser atendidos y, por lo general, no pueden pagar la cuenta, pero eso está regulado en los hospitales públicos, que atienden a mucha gente que no tiene seguro. 

No obstante, 95 por ciento de los migrantes indocumentados pagan impuestos y la seguridad social, a la que no tienen derecho y de la que no devengan ningún beneficio. Se estima que la deuda de la seguridad social con los migrantes asciende a más de un trillón de dólares. En cierto sentido, son los migrantes los que financian la seguridad social de los estadunidenses. Ya sería el colmo que en caso de accidente o enfermedad no los pudieran atender. 

Donald es un narcisista de gran calado: le gusta lo grande, apuesta siempre a cifras o condiciones imposibles. Es muy rico, pero aparenta tener mucho más, por eso ha tenido problemas con el fisco. Sus delirios de grandeza no se satisfacen con haber llegado a la presidencia del país más poderoso del mundo. 

Le molesta que la Casa Blanca sea un edificio modesto; ciertamente no es un palacio, es un edifico de estilo sureño, una casa grande, como su nombre lo indica. Lo más relevante es la Oficina Oval, que le queda chica y no tenía una decoración adecuada a sus gustos, que incluyen muchos ribetes dorados. Ciertamente le hubiera gustado algo así como el Palacio de Versalles y tener, finalmente, un mausoleo como el Taj Mahal. Pero la realidad es otra. 

Por eso está construyendo un ballroom, un salón digno y grande, donde pueda celebrar eventos e invitar a grandes personalidades. Dicen que tendrá una capacidad para atender, en sus mesas, a unas mil personas. Los primeros que van a asistir a la inauguración serán los magnates y los donantes millonarios que lo apoyaron. 

Había dos propuestas para el salón, una más grande que la otra, y obviamente fue elegida la primera, aunque se tuviera que afectar el ala este de la Casa Blanca, con el escándalo de los proteccionistas y defensores del edificio. En realidad, Estados Unidos era una colonia, incluso el edificio de la independencia, en Filadelfia, es bastante modesto; su valor es histórico y simbólico, como la Casa Blanca, algo que no entiende el señor Trump. 

El impacto de Trump, de sus políticas e impromptus va más allá de lo especulado. Afecta múltiples y diferentes niveles, a su propio país, al nuestro y al mundo entero. 

Ciertamente, Trump no es eterno, pero cómo jode.

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